martes, 3 de agosto de 2010

ERICH FROMM Y EL HOMBRE ENAJENADO DE LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA.

Erich Fromm filósofo nacido en el año 1900 en Frankfurt, Alemania planteaba que la salud del hombre contemporáneo está estrechamente vinculada con la salud mental de la sociedad; sin embargo, una contradicción que plantea Erich Fromm es que ésta se refiere a la adaptación: “a las formas de vida de una sociedad determinada, sin importar si la sociedad esta cuerda o loca” (Fromm; 1994: 19).


Una de las preguntas que se hace Fromm es: ¿Qué es normal? ¿Qué es anormal?, y generalmente se da por entendido que: a. Toda sociedad es normal y b. enfermo mental es el que se desvía de las normas y patrones conductuales establecidos por la sociedad, y muchos rasgos o conductas que se consideran como normales o comunes, no son universales y están generalmente limitadas geográfica, social o culturalmente.

El hombre de la sociedad moderna a diferencia de lo sucedido en épocas pretéritas como la edad media, logró desvincularse de grupos humanos con tendencia a un orden social y cultural estático, con muy poca posibilidad de cambio como fue la sociedad feudal. El hombre de la sociedad contemporánea se liberó de rígidos y estrechos lazos, y proclamó su libertad; sin embargo, surge la pregunta si es verdaderamente es libre o como plantea Fromm o todavía: “se aferra como sucedáneos a la sociedad, a las convenciones, al qué dirán y a toda clase de asociaciones” (Fromm; 1994: 25)

Una de las características de la sociedad medieval que señala Erich Fromm es la ausencia de libertad individual, como consecuencia de estar el hombre encadenado a una determinada función dentro del orden social (Fromm; 1991: 58). Existían muy pocas posibilidades de movilidad social e incluso de trasladarse de una ciudad o de un país a otro.

“Frecuentemente no poseía ni la libertad de cómo quería, ni de comer lo que le gustaba” (Fromm; 1991: 58).

El orden social era concebido como natural e inherente al ser humano, con muy poca posibilidad de cambio social. Una de las características que señala Erich Fromm de la Edad Media era la ausencia de una conciencia del propio individuo; es decir: “no se había desarrollado todavía la conciencia del propio yo individual, del yo ajeno y del mundo como entidades separadas” (Fromm; 1991: 60).

El renacimiento significó la posibilidad de converger desde un orden social rígido y una de las causas se relacionó con la pérdida de importancia de la estratificación social y que fue uno de los factores más importantes que significaron la emergencia del individuo en el sentido moderno.

Fromm considera al renacimiento como un período que representa el comienzo del individualismo moderno y la emergencia del hombre de la existencia preindividualista hacia aquella donde alcanzó una conciencia plena de sí mismo, como una entidad separada (Fromm; 1991: 66).

El hombre moderno se logró liberar de los lazos que lo vinculaban a un orden rígido; sin embargo, a pesar de superar muchos de estos vínculos, se convirtió según Fromm en una especie de autómata que se aliena a las convenciones de la sociedad. El hombre de la sociedad contemporánea está sometido y padece un gran número de enfermedades , muchas características de la sociedad moderna tales como: infartos o accidentes cerebrovasculares, y enfermedades sociales como: el alcoholismo y el consumo de drogas; sin embargo, una de las peores dolencias de nuestra sociedad para Erich Fromm es el fastidio, que es un conflicto vital que surge como consecuencia de una pérdida del sentido de la vida, situación que se traduce en un estado de ánimo, donde sólo se es capaz de ser feliz en pocos momentos de la vida (Fromm; 1994: 51). Esta pérdida del sentido de la vida, esa sensación de estar muerto aunque el cuerpo este vivo, Fromm lo relaciona con la depresión, que es diferente de la tristeza, porque para Fromm la depresión es la incapacidad para sentir tanto alegría como dolor (Fromm, 1994: 52). Es decir existirían dos extremos, un extremo que corresponde a la felicidad que se manifiesta como una vida intensa y en el otro extremo la falta del sentimiento o pérdida del sentido de la vida (Fromm; 1994. 52).

Esta pérdida del sentido de la vida no sólo es expresión de una disposición individual, sino que se manifiesta en la aproximación del individuo hacia el “otro”, quien es experimentado como si fuese un “objeto” o “cosa”, desprovisto de cualquier significación emocional y que se hace manifiesto en el lenguaje. El vacío que experimentan los seres humanos también se expresa en el lenguaje donde como señala Fromm: “Se intercambian palabras con cierto embarazo, para ocultar el vacío que hay en su comunicación y el hecho de que no sienten estímulo. Después de la charla, no notan haber compartido nada” (Fromm; 1994: 66).

La comunicación entre los seres humanos está cosificada, desprovista de significación emocional, donde se ha perdido el contacto con la realidad fundamental de la existencia humana:

“No estamos en contacto con nuestros sentimientos, con lo que es en realidad nuestro sentimiento, con nuestra dicha o desdicha, el miedo y la duda, con nada de lo que ocurre en el interior del hombre. No estamos en contacto con nuestros semejantes ni con la naturaleza” (Fromm; 1994. 67).

Ese vacío sentimental y humano que experimentan los seres humanos degenera en la sensiblería donde los individuos experimentan alguna reacción emocional ante una película o una novela; sin embargo, ante la pobreza, violencia, abandono, no experimentan ninguna reacción; es como si fuesen participantes de un mundo ajeno, aséptico, estéril, donde existe temor o miedo de experimentar alguna emoción ante la tragedia ajena.

Es necesario para Fromm, para lograr una sociedad mental y psíquicamente sana, que sus integrantes experimentan sus emociones en sus relaciones cotidianas y donde el “otro”, no sea percibido como un objeto o cosa, sino como un “ser vivo” relacionado y comprometido con el mundo que lo rodea donde el sujeto se experimenta también en el otro o como señala Fromm:

“Yo soy yo y soy el otro. Yo me hago uno con el objeto de mi interés, sintiéndome a la vez como sujeto” (Fromm; 1994: 71).

La cosificación y la enajenación del hombre contemporáneo, también se expresa en el amor donde hombres y mujeres son considerados como simples objetos sexuales para satisfacer simplemente el instinto sexual.

El hombre para Fromm (1996) se enfrenta a las condiciones y contradicciones de la existencia humana que incluyen algunos aspectos tales como:

a. El hombre tiene que estar relacionado con otros y si no se vincula con el otro, existe el riesgo y la posibilidad de la locura.

b. El hombre tiene la necesidad de trascender, que se puede lograr según Fromm de dos maneras: a través de la función biológica que permite gestar un nuevo ser y a través de la creación; sin embargo muchas veces se pretende trascender la vida a través de su opuesto, la destrucción.

“La destructividad, por decirlo así, es una potencialidad secundaria del hombre. Si no podemos afrontar la vida cuando tratamos de trascenderla destruyendo y, en el acto de destruir obtenemos superioridad sobre la vida” (Fromm; 1996: 96).

c. La identidad, por la que el individuo se siente vinculado a un grupo, tales como la comunidad o la familia; sin embargo muchos de estos lazos, son cada vez más frágiles y poco duraderos.

Es importante para mantener el vínculo dinámico del hombre con la sociedad, que el “ser humano” cumpla con las exigencias de la sociedad, pero también la sociedad debe edificarse para satisfacer las necesidades del hombre (Fromm; 1996: 101).

Fromm define a la “sociedad buena” como aquella que más se acerca a satisfacer las necesidades del hombre y la “sociedad mala” cuando esas necesidades humanas no son satisfechas (Fromm; 1996: 101).

Cuando el hombre se siente insatisfecho e inconforme con la sociedad, la sociedad tiene el riesgo de derrumbarse a menos que se apliquen a tiempo los correctivos necesarios para hacerla más acorde a las necesidades del ser humano. El hombre contemporáneo se percibe a sí mismo y a las personas de su entorno, de una manera similar a como las cosas son percibidas; es decir, se experimenta a sí mismo y a los “otros”: “como extraño”, y se transforman en un vínculo: “entre dos abstracciones, dos máquinas vivientes que se utilizan una a la otra” (Fromm, 1972: 26).

Es necesario para lograr la salud mental del individuo, que la sociedad donde se desenvuelve sea sana, que implica la superación de la hostilidad del hombre por el hombre, la capacidad de vivir pacíficamente y la adquisición de la productividad que significa: “la superación de las fases arcaicas del canibalismo y de la dependencia” (Fromm; 1994: 104).

Uno de los síntomas más importantes que señala Erich Fromm de la ausencia de salud mental de la sociedad contemporánea, es la falta de esperanza y que sería el origen de muchos de los males que la aquejan tales como: el alcoholismo, el homicidio, la agresividad, el suicidio, etc.

Los individuos sanos mentalmente serían para Fromm aquellos que tienen la capacidad de interesarse por la vida, y esta capacidad dependería para Fromm no sólo de factores individuales sino sociales, y es por eso que para abordar la salud mental no sólo es necesario la terapéutica individual, sino la reforma de las condiciones sociales que producen enfermedad mental. (Fromm, 1994: 120)

Una de las más perniciosas pasiones humanas que señala Eric Fromm y que es evidencia de la descomposición mental de la sociedad contemporánea es la tendencia del hombre de abusar de la superioridad de su fuerza y que empuja al individuo a aprovecharse del otro en su beneficio personal. Cuando el hombre deje de considerarse como una especie de objeto de consumo para sus congéneres más fuertes y opresores, podrá comenzar la sociedad auténticamente humana.

Una pregunta que considera Fromm como decisiva, en una sociedad caracterizada por el exterminio del hombre por el hombre y que es expresión de esa crisis de la salud mental que anteriormente se mencionaba, es si el hombre es: ¿Lobo o cordero?, y que se relaciona según el filósofo con lo que denomina el “Síndrome de decadencia” caracterizado por: amor a la muerte, narcisismo maligno y la fijación simbólico incestuosa. El necrófilo es atraído por la muerte y destrucción, con una obsesión patológica por la muerte y el poder, que según Fromm es la capacidad para convertir un hombre en cadáver (Fromm; 1992: 39).

“La persona necrófila es movida por el deseo de convertir lo orgánico en inorgánico, de mirar la vida mecánicamente, como si todas las personas vivientes fuesen cosas” (Fromm; 1992: 40)

Otra de las características de la sociedad contemporánea es la búsqueda de una felicidad sin límites, fundamentada en la trinidad: producción ilimitada, libertad absoluta y felicidad sin restricciones, donde la ciudad del progreso sustituiría a la ciudad de Dios de San Agustín ( Fromm; 1998: 21); sin embargo, como lo señala Fromm, los resultados han sido diferentes debido a que la satisfacción de los deseos, no necesariamente se traduce en bienestar , y por el contrario generan angustia y ansiedad, debido a la existencia de infinitos objetos de deseo .

Fromm considera que la causa del fracaso de la gran promesa relacionada con el progreso , fueron las múltiples contradicciones del industrialismo que propugnaba como meta de vida una felicidad fundamentada en: el hedonismo, la posesión de bienes y en el egoísmo, debido a que una de las metas del hombre contemporáneo era poseer más, debido a que se consideraba que mientras más bienes se poseía, se adquiriría un mayor valor como persona; situación que se traduce en una competitividad e individualismo sin límites, que son perjudiciales al individuo y a la sociedad.

El hombre contemporáneo oscila entre el “ser” y el “tener”; sin embargo el ser humano como proyecto, debe estar orientado no sólo a la consecución de éxitos y triunfos en su vida personal y profesional, sino a la necesidad humana de interrelacionarse con el “otro”, no sólo de una manera pasiva y sin compromiso, sino de una manera activa fundamentada en un amor genuino, que trascienda y supere el egoísmo.

Fromm enfatiza en la necesidad de trascender una conducta que se ha transformado en una especie de regla o norma en el hombre contemporáneo, que es el egoísmo íntimamente ligado al ímpetu del hombre actual de poseer y tener.

“Para evitar este riesgo todo el mundo se adapta a la mayoría, que sólo tienen en común el antagonismo mutuo” (Fromm; 1998: 109).

El ímpetu de poseer y tener, que comenzó a hacerse más acentuado a partir del siglo XIX, degeneró en el carácter mercantilista del hombre del siglo XX, que transformó al ser humano en una especie de mercancía cuya meta era: “la adaptación completa, ser deseable en todas las condiciones del mercado de personalidades” (Fromm; 1998: 143).

Es necesario una nueva visión de mundo y de la sociedad, que debe comenzar desde el propio individuo, que trascienda su visión limitada y estrecha de considerarse como una especie de pieza de engranaje dentro de la sociedad, cuya función es producir y consumir y que considera al sentido de humanidad como secundario, en una sociedad signada por el individualismo y la competitividad.

BIBLIOGRAFÍA.

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2. Fromm, Erich. (1977). La revolución de la esperanza. México: Fondo de Cultura Económica.

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4. Fromm, Erich. (1987). Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea. México: Fondo de Cultura Económica.

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7. Fromm, Erich. (1994). La revolución de la esperanza. México: Fondo de Cultura Económica.

8 .Fromm, Erich. (1996). Espíritu y sociedad. Barcelona: Editorial Paidos.

9 .Fromm, Erich. (1998).Tener o ser? México: Fondo de Cultura Económica.

10. Fromm, Erich. (2004). Sobre la desobediencia. Barcelona: Editorial Paidos.

11. Fromm, Erich. (2004). Marx. México: Fondo de Cultura Económica